lunes, 31 de marzo de 2014

LA HORCA, por Juan Oliver Martínez

LA HORCA
Juan Oliver Martínez


«Ahora eran auténticas obras maestras de carpintería y mecánica...»
El vizconde demediado, Italo Calvino


Ni el doctor podía hacer nada; nadie podía aliviar el sufrimiento de aquel al que no se le rompía el cuello en el acto tras soltar la palanca y caer en peso muerto, y agonizaba asfixiándose, orinándose en los pantalones hasta el último suspiro. Ajusticiados por el Marqués y a la vez juez del marquesado por orden y poderes del Rey.
Este, desde que falleció su tan amada y bella esposa, intentando quitarse la vida tirándose de la torre, logró más amargura, quedar mutilado y convertirse en un juez muy cruel, se decía por las villas.
Pero Harry no había hecho nada, ni cometido delito y aún y con eso juzgado y condenado a la horca. Ahora eran auténticas obras maestras de carpintería y de mecánica.
El Doctor Obreyn, para evitar a toda costa que su buen amigo, y tan amado Harry muriera al día siguiente, pues suerte conocedor de todo tipo de pócimas y trucos con los que se podía ver a escondidas con si apreciado y deseado condenado, en las que dejaban fluir sus pasiones.
Este sobornó al verdugo para que utilizara una cuerda ideada por él.
El doctor no durmió en toda la noche, tenía que procurar que el sacerdote proporcionara al condenado un elixir que hiciera que le dieran por muerto.
Llegó el alba y acudió el sacerdote, tras él los soldados quienes le acompañaron a la horca.
Apenas había gente en la plaza, el marqués estaba ausente. El verdugo cumplió su deber...



Juan Oliver Martínez. Amante de la Historia, del Arte, y de ambas disciplinas en lo que se denomina Historia del Arte, de vocación tardía. Desde temprana edad me han enseñado a paladear un buen libro, aun de familia humilde; estudié Derecho, pasé por los Juzgados y en la actualidad una enfermedad pulmonar grave me tiene retirado de la circulación.

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