jueves, 20 de marzo de 2014

LA CRISIS DE LOS 40, por Ángel Lara Navarro

LA CRISIS DE LOS 40
Ángel Lara Navarro

Cuarenta años, soltero y sin compromiso. Y malditas las ganas que tiene de enmarronarse. Egoísta empedernido, bohemio y juguetón, disfruta de cada cerveza, de cada partido, de cada cita. Y le va bien.
Sin embargo hoy, demediada ya su vida, se ha despertado con la imperiosa necesidad de hacer algo distinto. Algo duradero, tal vez eterno. Y sabe lo que es. Tendrá un nombre y dos apellidos, y lo querrá con locura. Jugarán, reirán, aprenderán juntos cosas que jamás serían capaces de imaginar separados. Afrontarán momentos difíciles y disfrutarán los fáciles: el primer diente, el primer paso, la primera palabra, y con suerte, muchos años después, la última.
Sale a pasear. La decisión está tomada, solo falta elegir el segundo apellido. Se sienta en el parque a observar comportamientos: una regaña al niño por tirarse al suelo, otra por comer arena... Otra sonríe a su pequeño sin dejar de mirarle a los ojos. Una vigila, otra no está... y otras dos destripan a una tercera sin prestar atención.
Lo tiene claro. Saca el móvil, revisa la agenda y marca un número:
—¿Cristina? Hola, soy Alberto, me gustaría verte.
—¿Alberto? Hola, ¿cómo te va?
—Bien, no me quejo —un silencio breve, estudiado, y un perceptible cambio de tono—. Te he echado de menos, me gustaría verte. ¿Puedes?
Después de un solo segundo de duda, la voz suena cálida al otro lado del teléfono:
—No es buena idea, Alberto, ya pasó. Ahora estoy bien, y no quiero liarme. Estoy tranquila. Feliz.
Cuando cuelgan, Alberto se queda pensativo, con la mirada clavada en un niño rubio de ojos despiertos. Quizá sea demasiado tarde. «Bueno», se dice, «nunca lo sabré si no lo intento. ¿Hacia arriba o hacia abajo? Hacia arriba, siempre hacia arriba». Vuelve a marcar:
—¿Consuelo? Hola, soy Alberto, me gustaría verte.


Ángel Lara Navarro (Madrid). Lector. Desde siempre y para siempre. Me gustan las historias bien contadas y de personajes consistentes. Escribo porque me divierte, y porque me permite reflexionar sobre el extraño (o no) comportamiento humano, el mío incluido. De momento relatos y novela cortísima, pero quién sabe, quizá algún día...

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